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| “UNA MENTE MARAVILLOSA “, LA VIDA DEL ECONOMISTA JOHN
NASH Locura y equilibrio del premio
Nobel La teoría de los juegos influyó en
el éxito y el fracaso de las subastas multimillonarias de telefonía móvil
LA VANGUARDIA - 03.23 horas -
17/02/2002
AP Russell Crowe interpreta a John Nash en la
película “Una mente maravillosa”
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| Andy Robinson
En la versión ofrecida por Hollywood, el cenit de la trayectoria
intelectual del premio Nobel de Economía John Forbes Nash se alcanza en un
bar de la ciudad universitaria de Princeton, año 1950 y algo.
Nash
está obsesionado hasta llegar al borde de la locura (más adelante, entrará
de lleno) por crear una idea “verdaderamente original”. La inspiración le
llega por fin como un rayo, cuando cuatro chicas lideradas por una rubia
despampanante entran en el bar y lanzan miradas sugerentes hacia Nash y
sus tres amigos. “La rubia es mía”, dice uno. “No, es mía”, contestan los
otros. Nash, padre de la teoría de los juegos, vislumbra la solución en un
salto lateral del pensamiento: “Olvidaos de la rubia espectacular –dice–.
Que cada una coja una amiga”.
Es el equilibrio de Nash. Una
estrategia individual que optimiza la situación colectiva y viceversa.
La solución de Nash, asegura Silvia Nasar, autora de la biografía
en la que se basa el largometraje, era “mucho más sofisticada que la gran
metáfora de Adam Smith de la mano invisible”. Fue una respuesta
contundente, dice, a críticos “de la talla de Marx, Einstein, Bertrand
Russell y Keynes”. Para ellos, las acciones “razonables desde el punto de
vista del individuo podían producir el caos en la sociedad”. Para Nash,
“un proceso descentralizado de toma de decisiones podía ser coherente”.
Nash, esquizofrénico, acabaría en el manicomio, convencido de que
los extraterrestres le comunicaban mensajes en clave. Pero su equilibrio
acabaría por influir –entre otras cosas– en la elaboración de las
políticas del mercado laboral y las subastas de bienes públicos. En 1994,
ya recuperado milagrosamente de su enfermedad mental, fue galardonado con
el premio Nobel de Economía.
Hollywood no pudo dar con una
historia más ajustada a su espíritu. Pero hay dos problemas con el
análisis de la teoría de los juegos en “Una mente maravillosa”, que se
estrenará en España esta semana.
Primero, un detalle. La solución
“olvidaos de la rubia” no constituye en realidad un equilibrio de Nash,
asegura Mike Shor, experto en teoría de los juegos de la Universidad de
Vanderbilten (EE.UU.). “En un equilibrio de Nash, ningún individuo tiene
motivos para cambiar lo que hace. Pero cualquiera de los individuos en la
película hubiera mejorado su situación al acercarse individualmente a la
rubia.”
Segundo, y mucho más significativo, –según afirma Paul
Ormerod, matemático y autor de “Hacia una nueva economía”–, tanto el libro
como la película son culpables de la hipérbole. “Decir que Nash es más
importante que Adam Smith es una exageración enorme.”
En realidad,
como se comprueba paradójicamente en la escena del “ligue”, hay miles de
situaciones en las que el equilibrio de Nash no puede aplicarse. Aunque
haya comportamiento racional, lo normal es que haya múltiples equilibrios.
Muchas veces –como en el famoso dilema del prisionero– la solución
individual –basada, siguiendo a Nash, en cálculos lógicos sobre el
comportamiento de otros– no es óptima para el grupo.
Y si hay
miles de excepciones en los modelos lógicos de facultad, el concepto de
equilibrio se desvanece a menudo en el mundo real. Incluso en el concurso
de televisión “El precio justo” –una aproximación como ninguna al modelo
teórico– el economista español Rafael Tenorio descubrió que en muchos
casos no se dio un equilibrio de Nash, debido a “sesgos en la toma de
decisiones o problemas de aritmética” de los concursantes. Cosas de los
seres humanos. Varios estudios demuestran que muchas decisiones tomadas
por individuos o empresas carecen de toda coherencia lógica.
Las
subastas de las licencias de telefonía móvil de tercera generación
celebradas en diversos países europeos hace dos años, por ejemplo. “¿Quién
mejor para decidir cuánto vale una licencia que la propia empresa?”,
decían los diseñadores de las subastas, muchos de ellos expertos en las
teorías de juego y discípulos de Nash. No dudaron de la teoría incluso
cuando –para el asombro y deleite de los gobiernos– las telecos
desembolsaron cantidades astronómicas por el derecho a usar una tecnología
aún sin estrenar.
Ahora, tras el “crash” del 2000, las decisiones
de los directivos, tomadas en plena burbuja bursátil, recuerdan más a
Nash, el esquizofrénico que deambulaba por el campus de Princeton
conversando consigo mismo, que al Nash premio Nobel.
Hay otro
problema con la película, añade Alvin Roth, economista de la Universidad
de Harvard: “Da la sensación de que Nash produce su mejor obra cuando está
enfermo. Que la locura es parte del genio. Pero no es así. La locura es un
estorbo para el genio”. |